Tribu

Ashaninka

Los Ashaninka tienen una larga historia de lucha, repeliendo los invasores desde la época del Impero Inca hasta la economía de extracción del caucho del sigo XIX y, particularmente entre los habitantes del lado brasileño de la frontera, combatiendo la explotación de madera desde 1980 hasta hoy. Pueblo orgulloso de su cultura, movido por un sentimiento agudo de libertad, dispuestos a morir para defender su territorio, los Ashaninka no son simples objetos de la historia occidental. Es admirable su capacidad de conciliar costumbres y valores tradicionales con ideas y prácticas del mundo de los blancos, tales como aquellas ligadas a la sostenibilidad socio ambiental.

El área de ocupación Ashaninka se extiende por un vasto territorio, desde la región del Alto Juruá y de la margen derecha del río Envira, en tierras brasileñas, hasta las vertientes de la cordillera andina en el Perú, ocupando parte de las cuencas de los ríos Urubamba, Ene, Tambo, Alto Perene, Pachitea, Pichis, Alto Ucayali, y las regiones de Montaña y del Gran Pajonal.

La gran mayoría de los Ashaninka vive en el Perú. Los grupos situados hoy en territorio brasileño son también provenientes del Perú, habiendo iniciado la mayor parte de sus migraciones para el Brasil, presionados por los caucheros peruanos al final del siglo XIX. Aquí los Ashaninka están en Tierras Indígenas distintas y discontinuas, todas situadas en la región del Alto Juruá (vea al lado en Tierras Habitadas)

Afluente de la margen derecha del río Juruá, el Amônia nace en territorio peruano y garantiza en su curso brasileño condiciones de navegación relativamente favorables. En la época de las lluvias, un viaje, de la frontera internacional a la confluencia con el Juruá, situado en el municipio de Marechal Thaumaturgo, lleva más o menos diez horas de navegación en canoa motorizada.

Hoy en las tierras bajas del río Amazonas, encontramos la Reserva de Extracción del Alto Juruá (margen derecha) y un asentamiento del Instituto de Colonización y Reforma Agraria (INCRA),  (margen izquierda), mientras la parte alta abriga en ambos lados la Tierra Indígena Kampa del río Amônia.

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Los datos de los censos realizados por antropólogos que trabajaron con este pueblo presentan una gran variación según los autores, que resaltan la dificultad de establecer un total poblacional. En el Perú, los datos varían, según las fuentes y las fechas de las investigaciones, de 10 mil a más de 50 mil individuos. No obstante estas estimativas hipotéticas, todos los autores destacan la importancia de los Ashaninka en términos demográficos y presentan el grupo como uno de los mayores contingentes poblacionales nativos del Amazonas peruano y también de la cuenca amazónica en general.

De acuerdo con el censo de 1993 del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), el pueblo ashaninka en el Perú, suma 51.063 individuos distribuidos en 359 comunidades, constituyendo la población nativa más numerosa del Amazonas peruano (Zolezzi, 1994: 15). En el Brasil, los levantamientos realizados por antropólogos, organizaciones indigenistas y FUNAI (Fundación Nacional del Indio) revelan también grandes variaciones debidas a la falta de registros. A estas dificultades técnicas se acrecienta una fuerte tendencia a la migración, característica de la sociedad tradicional ashaninka, que dificulta la realización de levantamientos más precisos. A pesar de las dificultades, la ONG CPI-AC estimó la población ashaninka viviendo en territorio brasileño en cerca de 869 personas.

Según la CPI-AC, la población ashaninka del río Amônia representaba en 2004 un total de 472 individuos, o sea, más o menos la mitad de los Ashaninka viviendo en el Brasil. Más de 80% de esta población vive en la aldea Apiwtxa o en sus proximidades (menos de treinta minutos de canoa motorizada). Por vía fluvial, la aldea Apiwtxa se sitúa aproximadamente a 80 kilómetros de Marechal Thaumaturgo y 350 de Cruzeiro do Sul. En línea recta, la distancia es, respectivamente, de 13 y 80 kilómetros. Esta aldea fue creada en 1995, en la parte baja de la TI, en las proximidades del límite con la Reserva de Extracción del Alto Juruá y el asentamiento del INCRA.

De acuerdo con los datos de la CPI-AC,  la TI del Río Breu poseía en 2004 una población de 114 Ashaninka. En la TI Igarapé Primavera había en esa fecha 21 personas y en la TI del río Envira 262 individuos.

La gran mayoría de los Ashaninka vive en el Perú. Los grupos situados hoy en territorio brasileño son también provenientes del Perú, habiendo iniciado la mayor parte de sus migraciones para el Brasil, presionados por los caucheros peruanos al final del siglo XIX. Aquí los Ashaninka están en Tierras Indígenas distintas y discontinuas, todas situadas en la región del Alto Juruá (vea al lado en Tierras Habitadas).

Afluente de la margen derecha del río Juruá, el Amônia nace en territorio peruano y garantiza en su curso brasileño condiciones de navegación relativamente favorables. En la época de las lluvias, un viaje, de la frontera internacional a la confluencia con el Juruá, situado en el municipio de Marechal Thaumaturgo, lleva más o menos diez horas de navegación en canoa motorizada.

Fabricação de flechas. Aldeia do Samuel. Foto: Arno Vogel, 1978.

Nombre y lengua

Los Ashaninka pertenecen a la familia lingüística Aruak (o Arawak). Ellos son el principal componente del conjunto de los Aruak sub-andinos, también compuesto por los Matsiguenga, Nomatsiguenga y Yanesha (o Amuesha). A pesar de existir diferencias de dialectos, los Ashaninka presentan una gran homogeneidad cultural y lingüística.

A lo largo de la historia, los Ashaninka fueron identificados bajo varios nombres: Ande, Anti, Chuncho, Pilcozone, Tamba, Campari.  Con todo, ellos son más conocidos por el término ‘Campa’ o ‘Kampa’. Este nombre fue frecuentemente utilizado por antropólogos y misionarios para designar los Ashaninka de manera exclusiva o los Aruak sub-andinos de forma genérica, con excepción de los Piro y de los Amuesha.

Ashenĩka es la autodenominación del pueblo y puede ser traducida como ‘mis parientes’, ‘mi gente’, ‘mi pueblo’. El término también designa la categoría de espíritus buenos que habitan “en el alto” (henoki).   

Cosmología y chamanismo

Entre los Ashaninka, encontramos las características que definen los sistemas cosmológicos chamánicos presentes en las tierras bajas del Amazonas: universo dividido en varios niveles; la existencia de un mundo invisible atrás del mundo visible, el papel del chamán como mediador entre estos mundos, etc. Tal vez la particularidad ashaninka reside en su concepción extremamente dualista del universo, definiendo claramente las fronteras entre el Bien y el Mal.

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Según el antropólogo Gerald Weiss, el universo indígena, organizado verticalmente, comprende un número indeterminado de niveles superpuestos. Así, de abajo para arriba, encontramos, sucesivamente: Šarinkavéni (el “Infierno”), Kivínti (el primer nivel subterráneo), Kamavéni (el mundo terrestre), Menkóri (el mundo de las nubes) y otros niveles que cubren la tierra y componen el cielo (1969:81-90). El conjunto de los niveles celestes es denominado henóki, pero este término también es utilizado como sinónimo de cielo, cuya denominación adecuada es Inkite.

De acuerdo con Weiss, aunque estos niveles estén interrelacionados, los habitantes de cada uno de éstos experimentan su mundo de una manera sólida. Así, por ejemplo, si tomamos como referencia nuestra Tierra (Kamavéni), residencia de los hombres mortales, el cielo visible a partir de ésta constituye apenas el piso del nivel inmediatamente superior (Menkóri) cuya mayor parte permanece fuera de nuestra percepción visual. Debajo de Kamavéni, existen dos niveles: Kivinki (-1), residencia de “buenos espíritus”, y Šarinkavéni (-2) que, según el autor, puede ser calificado como “Infierno de los Campa”. Weiss resalta, sin embargo, que el nivel -1 es mencionado por pocos Ashaninka, muchos considerando que, debajo de la tierra, sólo existe Šarinkavéni: el mundo de los demonios.

La cosmología Ashaninka se complica cuando Weiss identifica los habitantes de los diferentes niveles del universo, buscando explicar el papel desempeñado por cada uno de ellos, sus diversas manifestaciones y sus relaciones con los Ashaninka. En el cielo, o más específicamente, en cima (henóki), viven los buenos espíritus. Esta categoría es llamada de amacénka y también  ašanínka, o sea, es tomada como extensión de la propia autodenominación del pueblo.

Estos espíritus son jerarquizados conforme el poder que les es atribuido y su importancia en la cosmología. Los más poderosos son denominados Tasórenci y son considerados como verdaderos dioses. Los Tasórenci tienen el poder de transformar todo a través del soplo y forman el panteón ashaninka que creó y gobierna el universo. En la cima de esta jerarquía está Pává (Pawa), el más poderoso de los Tasórencia, padre de todas las criaturas del universo. Generalmente invisibles a los ojos humanos, algunos Tasórenci pueden, sin embargo, aparecer en la Tierra revistiéndose de forma humana.

Los espíritus del Mal y los demonios, llamados genéricamente Kamári, habitan el nivel más inferior, donde viven bajo la autoridad suprema de Koriošpíri. Pero estos espíritus maléficos no residen apenas en Šarinkavéni. Aunque este primer nivel de la jerarquía presente la mayor concentración de estos seres y abrigue los más poderosos entre ellos, los espíritus nefastos también se encuentra, en varios lugares, en el mundo habitado por los hombres. En “nuestra” Tierra, el principal demonio es Mankóite, que tiene su morada en los barrancos frecuentemente encontrados a lo largo de los ríos en territorio ashaninka. Éste se caracteriza por una forma humana, pero generalmente permanece invisible. Un encuentro con él anuncia la muerte. Es interesante notar que, segundo Weiss, el Mankóite vive de manera semejante al blanco: sus casas tienen los mismos objetos, poseen mercancías, etc.

Así, la espiritualidad ashaninka presenta un carácter extremamente dualista. En el cosmos jerarquizado por Pává, los espíritus son, generalmente, buenos (amacénka o ašanínka) o malos (kamári). Tanto unos como otros manifiestan su presencia de diferentes maneras en la Tierra habitada por los humanos. El šeripiari (chamán) actúa como mediador entre los hombres y estas diferentes capas del cosmos. Con el auxilio del tabaco, de la coca y del kamárampi (ayahuasca), él busca comunicarse con los espíritus buenos y combatir las fuerzas diabólicas, pero también puede disponer su poder a servicio del Mal (hechicería). De esta forma, el plano en que viven los hombres no es habitado exclusivamente por seres humanos, animales y plantas. Éste se presenta como un mundo en equilibrio frágil, donde los hombres viven constantemente asediados por el enfrentamiento entre el Bien y el Mal.

En el río Amônia

Los Ashaninka del río Amônia también relatan una visión del mundo construida a partir de una estructura del universo verticalmente jerarquizada y compuesta de niveles superpuestos. El nivel subterráneo es asociado a la muerte y a los espíritus del mal: kamari. Los indios poco hablan sobre ese mundo donde viven personas extrañas, algunas con un modo de vida semejante al del blanco (casas, carros, etc.) y que pueden respirar en el agua. Los Ashaninka afirmaron que ninguno de ellos vive allá y que no les gusta pensar en ese lugar peligroso porque podrían despertar los espíritus maléficos y llamarlos para nuestro mundo. Todos ellos afirman, sin embargo, que este nivel existe y que se sitúa “abajo” (isawiki) de nuestra Tierra.

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Aunque este mundo esté asociado a la muerte y haya sido calificado por algunos como el “Infierno”, éste no es siempre presentado como tal. Según el relato de Shomõtse, actualmente el Ashaninka más viejo de la aldea Apiwtxa, el “Infierno” no se situaría en este nivel subterráneo, pero estaría localizado en el cielo o, más exactamente, “en cima” (henoki), y no “debajo” (isawiki). Allá existe un ”gran hueco con agua hirviendo en una gran olla”. El dueño de este lugar es Totõtsi, cuya principal tarea es cocinar a los Ashaninka pecadores. La presencia del “Infierno” en cima también se encuentra en otros relatos, mientras algunos informantes creen que este lugar está situado debajo de la Tierra.

Como en el caso expuesto por Weiss, los Ashaninka del río Amônia presentan el cielo como compuesto de varias capas. En la cima, en inkite, se encuentra Pawa, el Dios todo poderoso. En la capa inmediatamente inferior, están los Tasorentsi, que son vistos con características divinas: “ellos son como un Dios, agarran cualquier cosa, soplan y la transforman en otra cosa”. En un nivel debajo de ellos, siempre en henoki, se encuentran otros espíritus buenos que, como los Tasorentsi, son los “verdaderos hijos de Dios”. Según algunos informantes, esta capa del cielo es llamada Pitsitsiroyki. Es donde Pawa selecciona entre los Ashaninka aquellos que reconoce como hijos. Según los Ashaninka del río Amônia, estos “espíritus buenos” que viven en henoki pueden todos ser considerados como itome Pawa (hijos de Pawa) y son llamados amatxenka o asheninka. 

Para los Ashaninka del río Amônia, Pawa es presentado como el Dios creador de todo el universo. A  veces, los Ashaninka se refieren a él como Paapa (pai). Directa o indirectamente apoyado por sus hijos, él creó la Tierra, la selva, los ríos, los animales, los hombres, el cielo, las estrellas, el viento, la lluvia, etc. En la mitología nativa, muchas de estas creaciones son, en realidad, transformaciones de personas ashaninka, hijos de Pawa, en otra cosa y fueron realizadas a través del soplo. Así, en los tiempos de la creación del mundo, los animales, las platas, los astros o ciertos lugares o fenómenos tenían una apariencia humana y eran, de una manera general, hijos de Pawa. En función del comportamiento de estos primeros Ashaninka en la Tierra, el Dios y/o los Tasorentsi los transformaron en otra cosa, mala o buena.

Sol y Luna

En la mitología ashaninka, el género de Sol y Luna son opuestos al portugués, siendo el primero femenino y el segundo masculino. Según Weiss, Pawa habría nacido de una relación sexual de la Luna con una mujer ashaninka que murió quemada al dar a luz al Sol. De este modo, Luna es considerado el padre de Pawa. Antes de subir al cielo, durante mucho tiempo Sol y Luna vivieron en la tierra.

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Luna ofreció yuca (kaniri) a los Ashaninka que, hasta aquel momento, solo se alimentaban de termitas. Con todo, a pesar de ser el padre de Sol y también considerados como un Dios, Luna ocupa un estatus inferior al Sol en razón de sus actividades que lo alejan de la vida y lo aproximan a la muerte. Ser caníbal, Luna se alimenta de los muertos y el destino de los ashaninka es ser devorados por él.

Esta relación de filiación entre la Luna y el Sol parece un poco problemática entre los Ashaninka del río Amônia. Kashiri no es siempre reconocido con padre de Pawa, en la medida en que muchos informantes afirman, categóricamente, que éste siempre existió y creó todo, inclusive la Luna. Éste es visto como un ser ambiguo, al mismo tiempo considerado como un Dios proveedor de la yuca (kaniri), pero también asociado a un ser caníbal que pelea periódicamente con el sol (eclipses) y es asociado al mundo de los muertos.

Según los Ashaninka del río Amônia, después de la vida en la Tierra, los muertos (kamikari) van, en un primer momento, para el mundo de “abajo” (isawiki), donde permanecen por un tiempo. En las fases de la luna nueva, Kashiri los ingiere y los lleva para Pitsitsiroyki, donde los entrega a una estrella. Ésta es encargada de lavarlos, perfumarlos y guardarlos hasta la visita de Pawa que, periódicamente, escoge entre los muertos a los Ashaninka que él reconoce como hijos legítimos y desea guardar cerca de sí. 

Los blancos

Esta jerarquización del Cosmos y la dicotomía entre el Bien y el mal son fundamentales para entender el lugar atribuido por los Ashaninka a los “otros” y, principalmente, a los blancos. Toda la organización del Cosmos nativo está basada en este principio estructural compuesto por dos elementos al mismo tiempo opuestos y complementarios. Así, mientras los Ashaninka son idealmente asociados al Bien, el blanco mantiene lazos estrechos con los espíritus maléficos y las fuerzas del mal.

La visión del Blanco (wirakotxa) aparece con destaque en la mitología nativa. El primer wirakotxa del cual los Ashaninka del río Amônia afirman tener conocimiento es el español que surge de un lago, como consecuencia de un acto de desobediencia del Inka a su padre Pawa, y viene a perturbar el orden del universo.

“Antiguamente, wirakotxa vivía dentro de un lago. Entonces, Inka fue a pescar con otro Ashaninka. Era de madrugada. Entonces, escuchó una gallina y dijo: “Joven, vamos agarrar eso”. “No es necesario, deja así”. Al otro día, la misma cosa. De nuevo, oyó a la gallina, oyó al perro ladrar al fondo (…). Entonces, Inka fue a ver Pawa. “No te metas con eso, mijo”. Pero Inka no escuchó y fue a pescar. Escuchaba la gallina bien cerquita, escuchaba al perro. “Voy a agarrar la gallina”. Entonces, lanzó el anzuelo con banano, pedazo así (...) Entonces, salió la gallina. Entonces, lo lanzó de nuevo, salió el perro. Entonces, escuchó nuevamente un ruido. Agarró la banana y salió Blanco. Entonces, wirakotxa subió a la Tierra. Entonces, Pawa se puso bravo y preguntó: “Por qué fuiste a buscar a wirakotxa?”. “Papá, yo fui a agarrar la gallina y wirakotxa salió”. “¡Yo no quiero ese blanco aquí junto con nosotros. Yo lo dejé por allá, pero a ti te gustó, y ahora puede quedarse para ti! Ahora yo me voy y tú te vas a quedar con wiakotxa y trabajar para él”.

El hecho de Inka haber pescado la gallina y el perro antes del blanco es considerado señal de advertencia de Pawa a su hijo, para que él interrumpiera su actividad infeliz. Esos animales, traídos por el blanco, eran desconocidos por los Ashaninka, que tienen un acervo muy variado de mitos para explicar el surgimiento de la mayoría de los animales. Estos eran, inicialmente, Ashaninka que perdieron su apariencia humana y fueron transformados en animales por Pawa o por los Tasorentsi. Con todo, la gallina (txaapa) y el perro (otsitsi) nunca fueron Ashaninka. Éstos surgieron del lago donde eran los fieles compañeros del blanco. En algunos casos, la comparación con el perro fue usada por informantes para calificar genéricamente al blanco y/o su comportamiento:”feo como un perro”, “tacaño como un perro”, “hediondo como un perro”, etc.

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El surgimiento de wirakotxa en la Tierra es por lo tanto el resultado de la desobediencia de Inka a Pawa, que había inicialmente separado los Ashaninka de los blancos. En la mitología indígena, la irresponsabilidad de Inka es más un ejemplo de una larga lista de errores cometidos por los hijos de Pawa en los tiempos originales. El conjunto de estos errores explica la situación actual de los ashaninka y las imperfecciones de su mundo.

La importancia de este evento es reforzada por muchos que consideran que fue como consecuencia directa de este acto que el Dios creador subió al cielo. Cansado de las sucesivas desobediencias de sus hijos, Pawa decidió dejarlos solos en la Tierra y vivir en el cielo, donde permanece hasta hoy, disfrutando de un mundo perfecto. Otros dicen que Pawa se quedó durante un tiempo en la tierra, donde intentó construir un muro para separar a los Ashaninka de los blancos.

De una manera general, la visión que los Ashaninka del río Amônia construyen del blanco puede asemejarse a la categoría genérica de los espíritus malévolos, kamari. Como ellos, el blanco está asociado a la muerte y a las enfermedades (matsiarentsi). Los indios creen que las enfermedades son el resultado de estos seres nefastos o de la actividad de un chamán malvado a través de la hechicería. Frente a las perezosas y desconocidas enfermedades de los blancos (mãtsiari wirakotxa), la sabiduría de sheripiari es ineficaz.